La fe que viene de Dios, no del hombre

 
 
   

Romanos 10:17

Vivimos en tiempos en los que la palabra fe se ha desvirtuado de su verdadero significado. Se usa para motivar, creer en uno mismo o en el universo, para soñar con cosas terrenales… pero no siempre apunta a Dios. Algunos creen que tener fe es “esperar que todo salga bien”, o “atraer lo bueno con pensamientos positivos”. Pero eso no es fe, al menos no la que agrada a Dios.

Muchos confunden la fe con la esperanza, pero este mensaje nos aclarará la diferencia.

La fe verdadera —la que sostiene, transforma y salva— no nace en el corazón humano, sino que viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios.

“Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo.”
Romanos 10:17 

Esa fe que agrada a Dios tiene su origen en Jesús. Él es el autor y consumador de nuestra fe.

“Fijando los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…”
Hebreos 12:2

Y no depende de lo que  vemos, creemos o sentimos. Si fuera por lo que ya estamos viendo, no sería fe, y si fuera por lo que creemos o sentimos sería meramente humano.

“Porque por fe andamos, no por vista.”
2 Corintios 5:7

La fe verdadera es una certeza firme, no una emoción.

“La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”
Hebreos 11:1

Y esa certeza sólo puede estar anclada en lo que Dios ha dicho, no en lo que el mundo promete. El mundo ofrece una «esperanza» vacía: confía en tus fuerzas, en tus sueños, en tus decretos, en cierta filosofía, persona, tratamientos, etc… Pero esa no es la fe que sostiene cuando todo se derrumba, cuando las cosas no salen como «esperábamos».

Solo la fe que viene de la Palabra, de las Promesas de Dios (a sus hijos) nos afirma en medio de la tormenta. Solo la fe que se alimenta de las promesas de Dios tiene poder para permanecer.

No es fe creer que todo siempre saldrá bien. La fe es saber que cualquiera que sea la respuesta de Dios, obrará para bien.

«Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.»
Romanos 8:28 

Es fe confiar como Abraham, quien creyó en esperanza contra esperanza, porque sabía que Dios es poderoso para cumplir lo que ha prometido. Es decir, creer en lo que Dios había prometido.  No solamente el creer por creer.

“Y sin debilitarse en la fe, contempló su propio cuerpo, que ya estaba como muerto […] pero respecto a la promesa de Dios, no titubeó con incredulidad, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo.”
Romanos 4:19-21

¿Tienes esa fe? ¿O te han enseñado una “fe” que busca lo suyo, que exige, que duda si no ve resultados, que está puesta fuera de la Palabra de Dios?

La fe verdadera nace cuando te encuentras con Jesús. Cuando crees en Su Palabra, cuando decides caminar con Él, aún sin ver.
Y esa fe, aunque sea tan pequeña como un grano de mostaza, mueve montañas. Porque no se apoya en el hombre… sino en Dios, en Su Poder.

Por tu Encuentro con Jesús,
-Ani Garza T

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Una respuesta en “La fe que viene de Dios, no del hombre

  1. Bueno, recién hice un comentario al pie del texto. Soy una persona mayor que fui criada con mucha Fe. Para mí ser docente y específicamente de niños y niñas, tuve la oportunidad de entregar valores, mucho amor, guiar a esos niños por un buen camino. Jesús dice: Dejen que los niños vengan a mi. Así pienso y quiero transmitir en mis creaciones infantiles. Algún día llegarán al niño indicado. Aquel que desea aprender de mis enseñanzas.

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